miércoles, 16 de abril de 2008

UN DESCOMUNAL DESASTRE TECNOLÓGICO

Martes. 26 de diciembre de 1996. Había celebrado la Nochebuena en la casa de mi hermano, junto con su novia y mi madre. Durante una caminata que realizamos bajo un clima helado (él sacó a pasear a su perro, el cual apenas podía seguirnos a causa del frío), hablamos sobre el desastre por venir. Mi hermano es ingeniero civil en electrónica y, tal vez, podría asesorarme sobre algunas de las preguntas que yo me formulaba. Le dije: “Si el campo magnético del Sol se revirtiera, esto produciría una corriente de partículas electromagnéticas que serían arrojadas a la Tierra, causando un cortocircuito en la dínamo del interior de la Tierra. El campo magnético de esta también se revertiría con catastróficas consecuencias, como terremotos, erupciones volcánicas y deslizamientos de tierra”.

Mi hermano permaneció en silencio por unos instantes. “Eso es mucho peor de lo que pensé”, me dijo. “El campo geomagnético de la Tierra es sumamente poderoso; si se revierte, generará campos magnéticos con alcance mundial, ¡sería un descomunal desas­tre tecnológico!”
Lo miré sorprendido, mientras las últimas nebulosas de su respuesta desaparecían en el aire congelado. “¿A qué te refieres con eso?”, le pregunté.
“Cuando el campo electromagnético se revierte, genera potenciales diferencias. Estas son tan grandes que la electrónica sensible actual se ‘quemaría’ en un instante”.
Lo miré, me quedé paralizado y me alarmé: “¿Quieres decir, literalmente, que to­dos los aparatos serán destruidos?”
“Me temo que sí, porque debido al corrimiento de los polos se generarán fuertes campos magnéticos prácticamente en todas partes, creando corrientes inducidas. Según sea el tamaño del campo magnético, este puede destruir todos los aparatos electrónicos y los motores eléctricos pueden quemarse, etc.”
Me hizo sentir mal, pues no había tenido esto en cuenta. “¿Qué es exactamente lo que dejará de funcionar?”, le pregunté.
“Prácticamente todo: las calculadoras de bolsillo, los relojes, las cajas de música, radios, computadoras, televisores, el encendido electrónico de los autos, los controles electrónicos de trenes, barcos y aviones. Espera, ¿qué más? ¡Ah!, todos los aparatos de comunicación de los satélites, en las torres de radio y televisión, estaciones de radio, etc.”
“Rayos”, pensé, “¡este es un increíble desastre descomunal!” Pero vislumbré una salida posible y le pregunté: “¿Esto puede repararse rápidamente?”
Mi hermano lanzó una desdeñosa carcajada. “¿Sabes de lo que estás hablando? La reversión del campo magnético es un hecho tan importante, que todas las partes electró­nicas serán destruidas definitivamente y no será posible repararlas”.
“¿Y si los aparatos no están conectados?”
“¡Aun así! Los campos internos de inducción son más que suficientes para quemar todo. Repito, ¡todo!”
Si me hubieran visto después de esas palabras... Mis ojos casi saltaron de sus órbi­tas, así de consternado me sentía. “No puede ser verdad”, pensé, “¡no puede ser verdad!” Pero mi hermano seguía firme: “¡Desaparecerá toda la electrónica!”
“¡Qué desastre!”, murmuré. “¿Y no hay absolutamente nada que pueda hacerse?”
“Nada, y no estamos hablando sólo de la destrucción del hardware, sino también decimos que se borrarán todos los datos”.
No podía creer lo que estaba oyendo. ¡Como si ya no hubiera sido suficiente! Entonces, pregunté con desaliento: “¿Cómo es eso posible?”
“Debido al enorme campo magnético producido por la reversión de los polos, toda la información almacenada en los medios magnéticos desaparecerá: cintas y casetes de computación, de música, los discos rígidos de las computadoras, etc.; en resumen, toda la información posible, sea digital o análoga”.
“¡Oh, no!”, pensé para mis adentros. Todo el conocimiento actual está almacenado en las computadoras y en el año 2.012 lo estará más todavía. La información esencial ya no estará en los libros y la totalidad de ese conocimiento se destruirá de un plumazo. Nuestra fuente de información entera desaparecerá para siempre: yo no había tomado eso en cuenta. Había pensado que íbamos a poder guardar todo en las computadoras, de modo que pudiéramos iniciar una civilización en un período de unos pocos cientos de años. Continué nuestra conversación al cabo de casi un minuto completo de silencio. “Entonces, ¿no hay ningún lugar donde podamos guardar nuestros conocimientos?”
“Los CD-ROMS deberían ser resistentes, pero te repito, todos los aparatos que permiten el acceso a ellos estarán destruidos”.
“Y los microfilmes, ¿serían lo suficientemente fuertes?”
“Indudablemente, si guardas en ellos la mayor cantidad de información, existe la posibilidad de que el conocimiento científico sea recuperado pronto. De lo contrario, en verdad puedes olvidarte de ello. Si tienes que empezar de foja cero, no puedo imaginar­me cómo será eso; un golpe semejante es suficiente para borrar todo”.
“Existen historias sobre civilizaciones súper desarrolladas en la Tierra que fueron destruidas por completo por cataclismos semejantes. Ahora que me has contado esto, me doy cuenta de que puede ser verdad”.
“No te olvides de que somos completamente dependientes de la electrónica en la actualidad. Todos los conductores eléctricos como el hierro, cobre, aluminio, agua sala­da, etc., generarán corrientes inducidas, con fatales resultados para todos los equipos y aparatos. Para colmo, la gente también puede electrocutarse. Si, por ejemplo, te encuen­tras en un barco de acero, las corrientes que se generarán allí pueden volverse tan altas que te electrocutarás”.
“¡Oh, no!” pensé. “¡Basta!” Mi plan había sido desafiar la ola gigantesca a bordo de un barco, como lo hicieron los atlantes, pero con todas las corrientes inducidas, esto parecía imposible.
“Entonces, ¿no será posible sobrevivir en un barco?”
“Es probable que no, pues será imposible de controlar y tendrá una carga eléctrica tan grande que no podrás sobrevivir. Además, se habrá detenido el sistema de enfria­miento de las plantas nucleares, por lo tanto, toda la Tierra estará contaminada con radioactividad. No sé si será seguro vivir”.
Volví a apremiarlo: “¿No existe ninguna posibilidad de sobrevivir a bordo de un barco?”.
“Si pudieras construir una jaula Faraday alrededor del barco, entonces tal vez podrías sobrevivir, pero te digo, es un gran ‘si’. Quizás sería posible, si el barco estuviera construido con material sintético y las partes metálicas se hallaran bien aisladas. Esos preparativos deberían mantenerte feliz por un par de años”.

Suspiré pesadamente. El viento solar nos va a traer una catástrofe descomunal, el campo magnético de la Tierra se va a sobrecargar y, luego, se quebrará y revertirá. Durante los eventos alucinógenos que le seguirán, habrá desaparecido todo cuanto conocemos, a menos que tomemos medidas para salvar de una completa destrucción, los conocimientos que tenemos en la actualidad. Sintiéndome miserable miré al Sol, el cual, debido al invierno, estaba bastante bajo en el horizonte. El Sol no sólo hacía posible la vida sobre la Tierra, sino que también la destruía a su debido tiempo. El núcleo interior de la Tierra iba a volcarse de arriba hacia abajo, después de lo cual, sobrevendrían sucesivos hechos fatales. Y nadie podía detener el reloj.







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